Son fenómenos parecidos a los terrores nocturnos aunque se diferencian por dos hechos concretos: siempre se producen en la segunda mitad de la noche, en la fase REM y el niño explica claramente qué es lo que ha soñado y le ha despertado. Normalmente relata hechos angustiosos relacionados con miedo, animales que le atacan o conflictos con otros niños.

Por lo general los episodios duran unas semanas y están relacionados con algún fenómeno externo que ha causado inquietud al niño. A medida que disminuye la ansiedad diurna los episodios también disminuyen en intensidad y frecuencia. Ceden espontáneamente antes de la adolescencia. Si persistieran debería investigarse la presencia de psicopatología.