La forma de vida actual, con sus prisas, su ritmo trepidante y sus exigencias propicia un aumento de personas que sufren trastornos del sueño, por lo que cada vez cobran más relevancia las unidades clínicas dedicadas al estudio y el tratamiento de estas alteraciones.

Durante los últimos 45 años se han venido descubriendo nuevos conceptos sobre la patología del sueño lo que ha dado lugar a excelentes medidas terapéuticas para aliviar la mayoría de trastornos relacionados con este problema. Así, se ha conseguido diagnosticar y tratar una grave enfermedad, denominada Síndrome de Apnea del Sueño, que afecta a un 5% de la población mundial y que es la responsable de una gran morbilidad. Así mismo en estos últimos años se ha conocido más sobre patologías relacionadas con el sueño como el Síndrome de piernas inquietas o la Narcolepsia.

Gracias a los investigadores básicas, se ha avanzado enormemente en el conocimiento de los ritmos circadianos de vigilia-sueño, las funciones bioquímicas del sueño, aspectos genéticos de algunas enfermedades, como el Síndrome Narcoléptico, etc. Aún es más evidente el avance en el campo del Insomnio. Múltiples y recientes avances se han producido en el conocimiento de la etiología de este síntoma y, sobre todo los nuevos descubrimientos de moléculas inductoras del sueño han propiciado una mejor calidad de vida de muchas de las personas afectadas por esta grave enfermedad.

Las Unidades de Sueño surgen en Estados Unidos durante los últimos 40 años, y, en nuestro país, a finales de los 80. Son servicios médicos multidisciplinares, normalmente integrados por Neurofisiólogos, Psiquiatras, Otorrinolaringólogos, Neurólogos, Psicólogos, Neumólogos y Pediatras, coordinados por un responsable con amplios conocimientos sobre todas las alteraciones del sueño.

Estas Unidades tienen capacidad para diagnosticar, mediante la clínica y los estudios de sueño nocturno (polisomnografías), y tratar a aquellos pacientes con una patología relacionada con el sueño. Pueden atender tanto a niños con problemas de insomnio relacionados con sus hábitos de sueño, como a una persona mayor con un Síndrome de Piernas Inquietas , pasando por el Insomnio, la Narcolepsia y el Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño.


Qué es el sueño normal.

La idea básica predominante hasta no hace muchos años consistía en considerar el sueño como una interrupción o inhibición de los mecanismos que nos mantienen despiertos.

Este concepto cambió con el descubrimiento a principios de este siglo de la electroencefalografía (estudio de la actividad del cerebro mediante pequeños electrodos que se sitúan en la cabeza y recogen el funcionamiento de las neuronas), que demostró cómo el sueño está constituido por una serie de procesos activos, y no es una desconexión pasiva de la vigilia.

Nuestra vida es un círculo, donde día y noche se interrelacionan e intercalan sin reposo. Un tercio de nuestra existencia nos la pasamos con los párpados cerrados, en un estado misterioso y desconocido que denominamos SUEÑO. (220.000 horas en 60 años). En nuestra sociedad, uno de cada cuatro individuos padece las consecuencias del mal sueño en alguna de sus múltiples manifestaciones. En ningún caso se trata de enfermedades aisladas sino más bien del aviso sobre una previa irregularidad de origen físico o psíquico.

La ciencia y la experiencia han demostrado que el dormir es una actividad absolutamente necesaria para el ser humano. Sin dormir previamente no podríamos estar despiertos. Es asimismo conocido que desde siempre han existido personas con problemas relacionados con el sueño, pero sólo durante la últimas décadas se han considerado las alteraciones del sueño como una distorsión de la salud que modifica y condiciona nuestra existencia. Millones de individuos en el mundo viven sus vidas en medio de una somnolencia y fatiga continuas. Otros se ven obligados a trabajar cuando su cerebro está "programado" para dormir.

¿Quién no ha sufrido la angustiosa tendencia a quedarse dormido cuando está conduciendo?. ¿Cuántos accidentes son debidos a la fatiga y al sueño?. Estudios recientes demuestran que alrededor del 25% de la población padece frecuentes o esporádicas anomalías relacionadas con su sueño y que dichas alteraciones condicionan la prescripción o uso de fármacos en una proporción superior a cualquier otra patología. Por lo tanto, el hecho de dormir poco, dormir mal o dormir demasiado, puede llegar a ser una tortura.

No conseguir un sueño cotidiano seguido y profundo es causa de uno de los malestares más insufribles que pueden afectar al individuo a lo largo de su vida. La persona que se despierta sin quererlo o no puede iniciar el sueño es víctima de un grave trastorno que puede provocarle importantes repercusiones psíquicas.

Por qué dormimos

Sueño y vigilia son funciones cerebrales, y, por tanto, están sujetas a alteraciones del sistema nervioso. Hay que dormir, simplemente para estar despiertos, y estar despiertos para poder dormir. Esta es una gran verdad, aunque parezca muy sencilla. Todo el mundo entiende que, si no duerme bien una noche, las consecuencias las sufrirá durante el día (fatiga, irritabilidad, falta de concentración), pero también es cierto que si no estamos bien durante el día, pasaremos una mala noche.

Para qué dormimos

Las funciones del sueño continúan siendo un enigma biológico. A partir fundamentalmente de los estudios de privación del sueño se ha descubierto que: – No se puede eliminar el sueño sin substituirlo por otra cosa: grandes dosis de vigilia – El sueño afecta a todos los órganos del cuerpo – La privación de sueño altera significativamente a los ritmos biológicos. Asimismo, de estos estudios de privación de sueño en humanos se ha descubierto que aproximadamente sólo un tercio del tiempo total de sueño perdido se recupera.

Sin embargo, al evaluar los porcentajes de recuperación de cada fase del sueño, se descubrió que somos capaces de recuperar en noches sucesivas (al menos 3 noches) hasta el 80% el sueño de ondas lentas y hasta el 50% del sueño REM.

Teorías sobre para que sirve el sueño

Teoría de la restauración y recuperación : el sueño sirve para recuperar y/o restablecer procesos bioquímicos y/o psicológicos que se han ido degradando durante la vigilia previa. Sin embargo, se desconoce de qué sustancia se trata, dónde se produce o dónde se elimina.

Teoría de la conservación de la energía : el sueño supone la reducción del gasto energético en un momento del día en que es más difícil encontrar comida. Sin embargo, el 10% de reducción de la actividad metabólica por debajo de los niveles basales de la vigilia probablemente no es suficiente para explicar la selección natural del sueño. Asimismo, el ahorro real de energía en las 8 horas de sueño de una persona sería de unas 120 calorías.

Hipótesis ecológica de evitación de los depredadores : el sueño disminuiría la vulnerabilidad a los predadores (estado adaptativo de no-respuesta). Sin embargo, si la mera inactividad tendría los mismos efectos, entonces, ¿para qué dormir?

Qué hace el cerebro mientras duerme

El sueño no es una situación pasiva ni una falta de vigilia, sino un estado activo en el que tienen lugar cambios de las funciones corporales, además de actividades mentales de enorme trascendencia para el equilibrio psíquico y físico de los individuos. Durante el cual producen modificaciones hormonales, bioquímicas, metabólicas y de temperatura, imprescindibles para el buen funcionamiento del ser humano durante el día.

Para comprender el proceso del sueño, podemos imaginar que descendemos por una escalera. Al cerrar los ojos, estamos dando un primer paso hacia la fase 1 del sueño, denominada también somnolencia. En ella, el cuerpo inicia una distensión muscular, la respiración se vuelve uniforme, y en el EEG (electroencefalograma) se observa una actividad cerebral más lenta que la que existía en vigilia, similar a la observada en la fase REM . Después de unos minutos en esta fase, seguimos el descenso hacia la denominada fase 2, donde las ondas cerebrales se lentifican algo más.

Posteriormente, seguimos avanzando hacia un sueño más profundo, que recibe el nombre de sueño lento o fase 3, en el que las ondas cerebrales son ya muy lentas, se precisan fuertes estímulos acústicos o táctiles para despertarnos y predomina en la primera mitad de la noche.

Este proceso suele durar aproximadamente unos 60-70 minutos. Posteriormente ascendemos de nuevo hacia una fase 2, para entrar en una nueva situación fisiológica que denominamos fase REM porque la característica de esta fase son los movimientos oculares rápidos, (en inglés REM = Rapid Eye Movement). El conjunto de estas tres fases (1,2,3 y REM) se denomina ciclo, y suele tener una duración total de 90-100 minutos.

Estos ciclos se repiten en 4-5 ocasiones durante toda la noche y durante los mismo se producen erecciones fisiológicas que nos sirven para descartar la presencia de impotencia orgánica. Es importante conocer la existencia de pequeños despertares, en número de 6-8, que emergen de las distintas fases del sueño que configura una noche.

Estos despertares son de muy corta duración en el niño y en el adulto -no superan los 30 segundos, y son algo mayores de -2 a 5 minutos y más frecuentes en el anciano. Durante la primera mitad de la noche pasamos más tiempo en sueño profundo que en la segunda, mitad, en la que predominan las fases REM y 2.

A modo de resumen podríamos decir que las peculiaridades que caracterizan un sueño normal son:

1- Siempre nos dormimos en una fase 1. No podemos entrar directamente a una fase REM o a un sueño muy profundo.

2- 2- Las fases 1,2,3 y REM configuran lo que se conoce como un ciclo, que se repite con una periodicidad de unos 90-100 minutos.

3- 3- El sueño más profundo sucede siempre en el primer tercio de la noche, y está siempre ligado al inicio del sueño.

4- 4- La fase REM predomina hacia el final de la noche. Si nos despertamos en ella, existe la posibilidad de recordar los sueños.

5- 5- Durante el sueño nocturno, entramos en vigilia cerca de un 2% del tiempo total, lo que normalmente no recordamos al día siguiente.

Durante el día tengo sueño ¿Por qué me pasa?

La somnolencia es un estado fisiológico básico que puede ser comparado con el hambre o la sed y que constituye una necesidad esencial para la supervivencia de los seres vivos. La presencia e intensidad de dicho estado se verá condicionado por el número de horas de sueño nocturno y por su calidad.

La aparición de somnolencia en momentos inapropiados puede considerarse un fenómeno patológico. Desde finales de los años sesenta, se considera que la Somnolencia Excesiva Diurna (SED) puede ser un síntoma indicativo de una importante alteración médica. El fenómeno de "tener sueño durante el día" no es una situación normal sino la consecuencia de un mal sueño, ya sea porque se ha dormido pocas horas o porque las horas "dormidas" son de mala calidad. Esta situación de somnolencia diurna aparece cuando hay una ausencia de estímulos externos, que normalmente sirven para mantener en vigilia a la persona.

La somnolencia excesiva es un síntoma clave de alteraciones médicas importantes, como el Síndrome de Apnea Obstructiva del Sueño, el insomnio o los cambios severos en los horarios de sueño.

La somnolencia durante el día puede llegar a ser muy intensa y ocasionar graves problemas que interfieren en las relaciones laborales y familiares. En los pacientes más jóvenes que sufren este síntoma, se han descrito fracasos escolares y trastornos de conducta. No obstante, el mayor peligro que entraña la somnolencia excesiva diurna es el alto riesgo de sufrir accidentes de tráfico y laborales.

Numerosos estudios han confirmado este fenómeno. Los accidentes de tráfico debidos a fatiga, cansancio o sueño, son más abundantes en las horas de máxima somnolencia (entre las 2 y 6 de la madrugada y entre las 2 y 4 de la tarde).

En un estudio realizado en el año 1986 en el Reino Unido se constató que el 27 % de los accidentes de tráfico ocurridos eran debidos a sueño o fatiga excesivos, y que de éstos, el 87 por ciento eran mortales.

De la misma forma, el descenso del grado de alerta diurno ocasiona un aumento de los accidentes laborales y una pérdida de productividad. Esto es especialmente cierto en las personas que trabajan en "correturnos". Entre los pacientes que acuden a una Unidad de Sueño, el 20% lo hace con quejas de somnolencia excesiva diurna.

Casi la mitad de ellos ha sufrido accidentes de circulación, algunos, muy graves.

Entre el 4% y 9% de la población adulta padece SED como síntoma de un trastorno del sueño.

Las repercusiones de la somnolencia excesiva sobre la salud pública son enormes, y los gastos económicos derivados de esta patología, muy importantes.